Historia

Reseña histórica

Segovia es ciudad de antigua historia. Algunas esculturas zoomorfas de tosca factura confirman unas remotas raíces celtibéricas; el magnífico Acueducto y otros muchos vestigios de la misma época, su integración en el imperio romano; y las necrópolis visigodas halladas en lugares cercanos, el asentamiento de pueblos germánicos.

La ausencia de restos arqueológicos musulmanes y la existencia de uno de los más ricos conjuntos románicos de Europa apoyan la tesis de los historiadores que sostienen que la ciudad fue abandonada tras la invasión islámica y repoblada, a partir de los años finales del siglo XI, por cristianos procedentes del norte de la península y de allende los Pirineos, dirigidos por el yerno del rey Alfonso VI, Raimundo de Borgoña, y por el primer obispo de su reconstituida diócesis, el también francés Pedro de Agen.

El periodo final de la Edad Media fue tiempo de esplendor para Segovia: colonizó un amplio territorio, sobre el que se extendió su Comunidad con límites a ambos lados de la Sierra; acogió una importante aljama hebrea que al final hubo de confinarse en la Judería; sentó las bases de una poderosa industria pañera que haría su fama en siglos posteriores; recibió la impronta del arte gótico que dejó en ella monasterios y conventos notables; fue corte de reyes de la Casa de Trastámara y, finalmente, el 13 de diciembre de 1474, sus gentes fueron las que proclamaron reina de Castilla a Isabel la Católica.

Familias aristocráticas y orgullosos fabricantes de paños compitieron a lo largo de los siglos XVI y XVII en la construcción de palacios urbanos a los que daban prestancia patios y jardines de líneas renacentistas y delirantes blasones barrocos.

Pero la derrota de las ciudades castellanas en la Guerra de las Comunidades, en la que las milicias segovianas, capitaneadas por Juan Bravo, tuvieron un papel destacado, y el desplazamiento hacia el sur del centro de gravedad de la economía española a raíz del descubrimiento de América, iniciaron una decadencia que no pudieron detener los Borbones ni con los Reales Sitios -La Granja, Riofrío- que alzaron en los alrededores, ni con la Academia de Artillería que establecieron en la ciudad.

Al empobrecimiento subsiguiente, incontenible en un siglo XIX en el que Segovia supo de ocupaciones francesas y carlistas, se debe en buena medida el que esta ciudad, una de las que mejor ha sabido guardar entre sus gastadas piedras la esencia de Castilla, haya llegado hasta nosotros con su belleza apenas alterada.

Leyendas
Leyenda de la Mujer Muerta

El perfil que dibuja sobre el cielo la silueta de la montaña conocida como la Mujer Muerta, es un capricho geológico, interpretado desde el prisma popular y legendario de la siguiente manera: la esposa del jefe de una tribu que vivía en el cerro del Alcázar, muerto aquél, crió a dos hermosos niños gemelos que, con el tiempo, se enfrentaron para asumir el liderazgo del pueblo.
La madre, desesperada ante la posible lucha fratricida, ofreció a Dios su vida a cambio de la supervivencia de sus vástagos.
Cuando éstos iban a pelear, una ventisca seguida de una formidable nevada -en pleno verano- se lo impidió. Disipado el temporal, los hermanos comprobaron que una montaña cubría lo que hasta entonces había sido llanura. Dios había aceptado el sacrificio de la mujer, cubriendo su cuerpo yacente con nieve.
La leyenda dice que dos pequeñas nubes se acercan al atardecer a la montaña: son los dos hijos que besan a su madre.

Leyenda del Acueducto

Según la leyenda, fue la pereza y no Roma la madre del Acueducto. Una muchacha que trabajaba como aguadora, harta de arrastrar el cántaro por las empinadas calles de la ciudad, aceptó un trueque con el diablo: dispondría del alma de la mujer si, antes de que cantara el gallo, el agua llegaba hasta la puerta de su casa. Consciente de su culpa, la joven rezó hasta la extenuación para evitar el presagio. Mientras, una tormenta se había desatado y el demonio trabajaba a destajo. De pronto, el gallo cantó y el Maligno lanzó un alarido espeluznante: por una sola piedra sin colocar había perdido el alma.
La muchacha confesó su culpa ante los segovianos que, tras rociar con agua bendita los arcos para eliminar el rastro de azufre, aceptaron felices el nuevo perfil de la ciudad. Un pequeño hoyo en la superficie de las piedras señala, según esta leyenda, el punto en el que los dedos del diablo presionaron.

Leyenda de la conquista de Madrid por los segovianos y origen de los Nobles Linajes

Durante siglos, el gobierno de Segovia estuvo detentado por regidores que se dividían en dos grupos, cada uno de ellos vinculado a uno de los Nobles Linajes de la ciudad que, según la leyenda, tienen su origen en gloriosa gesta. Cuando el rey Alfonso VI se propuso la conquista de Madrid, llamó a las milicias concejiles y las de Segovia, mandadas por los capitanes Fernán García de la Torre y Día Sanz de Quesada, llegaron tarde al campamento. Pidieron alojamiento pero el rey, disgustado por la tardanza, les respondió que se alojaran en Madrid. Los segovianos tomaron aquello como una orden, asaltaron las murallas y ellos solos conquistaron la ciudad, enviando a decir al rey que viniese a aposentarse a Madrid, donde ellos ya tenían aposento. Don Alfonso les concedió muchas mercedes a los dos capitanes, cabeza de los Nobles Linajes de Segovia.

Leyenda del Cristo de Santiago

Este Cristo crucificado, hoy en el Museo Diocesano, procede de la desaparecida iglesia de Santiago y fue el inspirador de una leyenda eclipsada por la que, en la época romántica, el poeta José Zorrilla atribuyó al toledano Cristo de la Vega. Había en esta ciudad de Segovia -escribió su creador, Lorenzo Calvete- una doncella muy virtuosa por cuyos amores andaba un mozo loco y perdido. Los desatinos del mozo eran muchos y la doncella andaba temiendo cualquier desastre cuando un día, hallándose ésta rezando ante el Cristo de Santiago, el mozo se acercó y le prometió que si consentía en entregarse se casaría con ella. Sin embargo, una vez que la hubo conseguido, el mozo no mostró intención de cumplir su promesa, a lo que la joven decidió acusarle ante el obispo. Preguntó éste si había algún testigo y como la muchacha señalara al Cristo de Santiago, el obispo acudió a tomarle juramento, cosa que el Cristo hizo, desclavando su mano y poniéndola sobre los Evangelios.

Leyenda de María del Salto

En las rocas que rodean La Fuencisla, las Peñas Grajeras, las voces más antiguas cuentan que quisieron despeñar a una mujer judía, Esther, acusada falsamente de adulterio. En ese momento, la joven confesó su fe cristiana y se encomendó a la Virgen, obrándose el milagro de alcanzar la tierra sin sufrir ningún daño. Tras el suceso, fue bautizada como María del Salto y se consagró al servicio de la Catedral de Segovia.

Leyenda del príncipe y la aya

El balcón central de la Sala de los Reyes muestra una cruz que rememora un suceso del que los siglos han cuajado dos versiones. La más legendaria cuenta que, estando el infante D. Pedro de Castilla, hijo de Enrique II el de las Mercedes, en el balcón en brazos de su aya, resbaló y cayó al vacío. El aya, atemorizada, se lanzó tras el niño. La versión histórica apunta que el infante, de 12 años, cayó mientras jugaba a la pelota con sus amigos.

Leyenda de la sala del cordón

Un cordón realza el techo de una de las salas principales del Alcázar. Según la tradición, el relieve fue encargado por la reina Violante como lección de humildad para su esposo Alfonso X el Sabio. Al parecer, su sabiduría y soberbia eran parejas, y llegó a afirmar que Dios hubiera hecho bien en pedirle consejo antes de crear el Universo. Fray Antonio de Segovia le suplicó que confesara su pecado, pero El Sabio, orgulloso, se negó. Entonces se desató una terrible tormenta, y un rayo atravesó las estancias reales, matando a varios cortesanos. Fue entonces cuando el monarca dio su brazo a torcer y cumplió su penitencia; su mujer aprovechó para encargar el friso, un amuleto encargado de calmar la habitual ira de su esposo.

Leyenda de la Fundación del Monasterio del Parral

Al fondo de la pina calle que desde el río conduce al Monasterio del Parral hay una lápida con esta inscripción: ‘Traidor, no te valdrá tu traición pues si uno de los que te acompañan me cumple lo prometido, quedaremos iguales’. Al viajero pueden extrañarle los términos en que está redactada la inscripción en el camino que lleva a un recinto religioso. Cuentan que Juan de Pacheco, marqués de Villena y valido de Enrique IV, fue un hombre que, por su ambición, tuvo muchos enemigos y que uno estos le retó a duelo junto a la ermita de la Virgen del Parral. Bajó el de Villena el día ajustado y se encontró con que su enemigo estaba allí pero no solo, sino acompañado por dos hombres. Se sintió perdido, dirigió una plegaria al cielo y tuvo una reacción rápida, dirigiéndose a su rival con la frase grabada en la lápida. Cada uno de los acompañantes pensó que era el otro quien se había vendido y combatieron entre ellos mientras el de Villena lo hacía con el retador, venciéndole. El marqués agradeció el haber salido bien de tan comprometido trance, transformando la humilde ermita en amplio y rico monasterio.

Leyenda del Corpus Christi

Frente a la entrada de la Iglesia de Corpus, un lienzo narra la leyenda de la profanación de una Hostia por los judíos. El sacristán de San Facundo entregó la custodia en la calle del Mal Consejo (todavía existente), y los judíos quisieron echarla en una gran caldera hirviente. En ese momento la Hostia empezó a volar por el aire y un terrible estallido provocó el hundimiento del edificio. Desde entonces, en desagravio , se celebra la Fiesta de la Catorcena, por las catorce parroquias que existían en la ciudad.

Leyenda de la calle de Muerte y Vida

El nombre de la calle de Muerte y Vida recuerda un episodio ocurrido en tiempos de las Comunidades, cuando se acusó injustamente a un hombre de traición. Cuando le llevaban a prisión, una mujer que residía en la calle arengó a los captores, pidiendo la muerte del apresado y arrojando una soga desde su ventana. Finalmente, la prudencia prevaleció sobre la ira del populacho. La casa fue derribada, pero la ventana se conserva en el Museo Provincial.

 

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